TODOS LOS HOMBRES VAN AL INFIERNO

 a Alexander Emanuel Kurtz


I

que no se mencione la ternura del cuarto, 

ni las fotos mal impresas, 

ni del gesto de tu boca

que no se cante sobre las ilusas vocales


y no hablemos por favor de la mutilada lengua que sostengo


II

pobre de estos contornos de ojos achinados míos enteramente míos

pobre este corazón latiente


        no tengo tiempo, me corre el viento 

mi amor

    no tengo tiempo 

solo palabras dolientes

    que no entone nadie el augurio y como mucho el poema


III

no hay nadie intoxicándose con este humo que exhalo al mundo

salvo mi pequeña dulzura


IV

si tan solo se supieran los números de las lagrimas escurridas en esa esquina de la casa

si tan solo alguna idea de las múltiples sesiones con la analista del mañana

y la vida se sucede de un modo tan extraño:

los altas médicos se acumulan en la repisa y florecen en la consciencia doliente del hoy,

las palmadas en el mismo lugar de siempre ''ya pasa, ya pasa'',

los llamados a la luna (ella nunca atiende, está ocupada muriéndose o algo),

las colillas de cigarrillo de chico malo-chico perdido


no hay remate entre tanta colina de mierda, ni la espera


V

pero resulta que algo en mí cae estrepitosamente, como un soplido de aire frío, como un lobo crujiente

y no es más que estas manos de viejo terco enamorado


VI

la vida de un cegado tiene ese-no-sé-qué-no-sé-cómo-hasta-cuándo

desgraciadamente la vida-en-rosa es una canción mal cantada por los cobardes


¡pero yo me atrevo a pronunciar las vocales del impronunciable!

¡yo me atrevo a tirar por la borda este psiquismo renacentista!

¡yo me atrevo a conquistar este regalo que me ha dado la vida!


VII

parece que el tiempo tuvo suficiente 

de aquella mirada de ángel caído 


VIII

repararé esta piel huérfana de sentido

huérfana de mi cuidado


IX

sobre este frágil cuerpo mal ensamblado

caerán como meteoritos los que suplican 


X

        del exilio ni una palabra



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